sábado, 25 de abril de 2009

Percibe ciudadanía más abusos castrenses.

Publicado el 17 ABRIL 2009.
¿Regreso a los cuarteles? ... Encuestas a la baja...

JORGE ALEJANDRO MEDELLÍN

La mención de una fecha o plazo tentativo para que las tropas del Ejército Mexicano abandonen poco a poco los operativos conjuntos –comenzando por el de Chihuahua–, bastó para crear suspicacias y reacciones encontradas en los distintos niveles de gobierno en el país.

Tras el anuncio del secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont el pasado martes en el sentido de que será en septiembre cuando se dé el primer repliegue de militares en Ciudad Juárez, Chihuahua, luego del envío de más de seis mil elementos de tropa a ese punto fronterizo, las protestas no se hicieron esperar.

Hay quienes se sienten seguros y más tranquilos con la presencia de Hummers, vehículos artillados y patrullaje castrense en esquinas, plazas públicas, calles y zonas conflictivas en Ciudad Juárez.

También están las denuncias sobre abusos o comportamiento ilegal de la milicia con la ciudadanía común. Ambos escenarios son reales.

Lo cierto es que el anunciado retiro de tropas en el norte del país obedece más al desgaste físico, anímico y político social de la milicia que a la solidez de una nueva etapa en el combate al crimen organizado en la que exista ya una fuerza policial para comenzar a hacerle frente a los cárteles con corporaciones saneadas, libres de corrupción, bien armadas, bien entrenadas, revisadas a fondo con pruebas de control de confianza y sobre todo, que operen sin la sombra de amenazas y ejecuciones.

De esto no hay nada.

Lo que sí hay es el desgaste físico y los costos políticos para el Ejército, que se reflejan ya en encuestas como la elaborada por la especialista María de las Heras, quien dio a conocer el 13 de abril datos que revelan un decrecimiento en la confianza de la ciudadanía hacia las fuerzas armadas (léase Ejército) a partir de su entrada de lleno a combatir el crimen organizado.

Según las cifras presentadas por la encuestadora, en 2007 los índices de confianza en el Ejército eran de 83 por ciento.

Los datos concuerdan con otras estadísticas y encuestas elaboradas durante el sexenio de Vicente Fox y en los primeros meses del gobierno calderonista, ubicando a las fuerzas armadas con un 82 a un 85 por ciento de aprobación ciudadana.

Las cosas cambiaron rápidamente y en poco más de dos años los militares han perdido 11 puntos porcentuales en la opinión y percepción positiva de los mexicanos. Esto es grave, sobre todo cuando están en puerta diversos escenarios de suyo delicados.

Primero, las elecciones federales de julio en las que el predominio panista está en juego en varios frentes electorales y ante lo cual el gobierno de Calderón requiere de todo el apoyo posible, venga de donde venga, para conservar el poder y mantener el proyecto blanquiazul con algunos signos vitales.

En este escenario, los militares se mantienen, como lo han hecho a lo largo de la historia, institucionales y atentos a desordenes y coyunturas que afecten le proyecto del gobierno en turno.

No obstante, a la larga el regreso del PRI al poder redundaría en beneficios para un Ejército nacido, crecido y fortalecido en los brazos de ese partido durante más de 70 años. En este juego nadie pierde.

En segundo lugar está la coyuntura de una aparente nueva relación de México con los Estados Unidos a partir de la llegada de Barack Obama a la presidencia de ese país.

Vienen momentos importantes para los militares en la cooperación binacional y a nivel internacional.

La entrega de material bélico y sobre todo la capacitación y adiestramiento militar que los norteamericanos brindarán a las tropas mexicanas, mantendrá bajo la lupa -una vez más- el comportamiento de la Sedena en un entorno en el que la corrupción, la colusión con el narco y los abusos castrenses pueden darse en la medida en que la institución vaya estrechando el cerco en torno a los líderes conocidos de los cárteles de la droga.

Si esto ocurre, el desgaste para los militares será mayor y también el descrédito y la sobrecarga de trabajo para la tropa, sus jefes y oficiales.

De cara a este panorama, el director general de la empresa encuestadora y de opinión pública, Indicadores S.C., el maestro Elías Aguilar (catedrático de la Universidad de las Américas Puebla - UDLAP), presentó el 12 de abril una curiosa encuesta en la que el Ejército, la Iglesia y la prensa nacional encabezan la lista de instituciones con mayor confiabilidad y credibilidad en el país.

El dato es relevante y quizá constituye una suerte de oasis para ciertos sectores, todas vez que a finales de marzo de este año la prestigiosa empresa GEA (Grupo de Economistas y Asociados), junto con la compañía ISA (Investigaciones Sociales Aplicadas) presentaron la encuesta “Escenarios Políticos 2007-2009; Cambio y Continuidad. Primera Encuesta Nacional GEA-ISA 2009”.

En ella se muestra una caída importante en dos rubros:
¿Está usted de acuerdo o en desacuerdo en que el Ejército Mexicano participe directamente en los operativos para combatir al narcotráfico? (pag. 33), y ¿Cree que los operativos realizados por el Gobierno de Calderón para combatir al narcotráfico están o no logrando sus objetivos? (pag.34).

En ambos casos las respuestas revelan datos negativos.
En mayo de 2008 el 80 porciento de la gente consideraba positiva la intervención militar contra las drogas. Para marzo de 2009 la cifra había descendido al 70 por ciento.

En cuanto a la efectividad de las acciones contra la delincuencia organizada, en marzo de 2007, según la encuesta, cerca del 65 por ciento de la gente opinaba que los esfuerzos eran positivos.

La cifra creció en junio de 2007, mostrando que poco más del 70 por ciento estaba de acuerdo con los operativos y sus resultados.

La percepción mejoró aún más en agosto de 2008, cuando casi el 80 por ciento de los ciudadanos encuestados manifestaron si aprobación sobre el tema.

Pero a parir de noviembre de 2008, con la ola de ejecuciones en diversos puntos de país, la aprobación cayó hasta alcanzar menos del 60 por ciento en marzo de este año.

Entonces, todo indica que el alto mando estaría adelantado en regreso de las tropas a sus cuarteles para evitar una caída más dramática que lesione mayormente a la institución cuando se requiera que haya orden interno por motivos electorales.

La otra razón es que el general Galván quiere iniciar cuanto antes ciertos cambios y modificaciones en la vida de quienes integran a la Sedena, para curar las heridas que está dejando la lucha contra el narcotráfico entre una tropa cansada e inconforme con el pago por su sacrificio.


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