lunes, 11 de mayo de 2009

Código Rojo en Durango. Sedena crea grupo especial vs. sicarios.

JORGE ALEJANDRO MEDELLÍN

El radiograma en el que se detallaba el hallazgo de otros dos militares ejecutados por sicarios del narcotráfico, ahora en Durango, llegó de inmediato a las manos del jefe del Estado Mayor del Ejército, el general Carlos Demetrio Gaytán Ochoa, con la confirmación de la muerte de los tenientes José Antonio Cabrera Rosas y Jesús Sánchez Meléndez, ejecutados a tiros en un paraje cercano al poblado de Guanaceví.
Por eso la reacción de los mandos militares fue inusitada y se ordenó la formación de un grupo especial de búsqueda y rastreo para dar a la brevedad con los responsables de los asesinatos a tiros de los dos oficiales.
La doble ejecución ocurrió el 21 de abril, tan solo tres días después de que el Arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, abriera la boca para comentar en una conferencia de prensa que el Chapo Guzmán vivía cerca, precisamente en Guanaceví, que todo el mundo en el estado lo sabía menos la autoridad federal.
Se equivocó Monseñor. La Sedena lo sabía y por eso el nerviosismo de los sicarios que cuidaban las espaldas del líder del cártel de Sinaloa, que se sintieron muy incómodos con la presencia de los tenientes cerca de Guanaceví.
Los múltiples “halcones” con que cuenta el narco les indicaron que los tenientes andaban cerca y que ya tenían tiempo en la zona.
Lo cierto es que los militares estaban bajo la mira de sicarios civiles y de ex compañeros de armas quienes lo estaban triangulando, porque acababan de enviarlos desde Tamazula y Santiago Papasquiaro hacia las inmediaciones de Guanaceví para conocer detalles sobre el diseño de una operación en Durango.
Al parecer todo se precipitó por las declaraciones del Arzobispo. La Sedena ya había avanzado en la operación, al menos en los primeros pasos del planeo, cuando el prelado abrió la boca y sacudió a la gente de Sinaloa.
Los reportes de inteligencia de la Sedena indican que las cosas se precipitaron y que los sicarios no esperaron más; las declaraciones de González Martínez y la presencia de los tenientes fueron demasiada coincidencia.
Decidieron cortar por lo sano y eliminar a los militares que ese día estaban francos, de descanso.
Dos días después de las ejecuciones y tras las evaluaciones del alto mando, se decidió no solo agrupar a un par de secciones del 71 Regimiento de Infantería para peinar la zona y rastrear a los asesinos.
El alto mando fue más allá y ordenó la creación de un grupo especial para dar con los ejecutores, solo que hubo un inconveniente: todos los grupos especiales estaban asignados a operaciones en proceso en el norte y occidente del país o estaban en adiestramiento.
Si no había gente disponible entonces había que conseguirla entre los que más experiencia tuvieran. La solución del alto mando fue crear una especie de batallón integrado por 500 hombres, 500 militares en retiro que poco a poco se han ido integrando al grupo desde hace casi un mes.
Dicha unidad no está completa aún, pero se sabe que un general brigadier en retiro la encabezará, y que con él estarán varios oficiales que hace un par de años habían dejado el servicio activo.
El Ejército sigue buscando a los asesinos de los tenientes José Antonio Cabrera Rosas y Jesús Sánchez Meléndez, porque no se trataba de militares comunes y corrientes.
Lo hace intentando conjuntar una fuerza de 500 hombres, casi un batallón, porque sabe bien que cuando los encuentre su captura no será precisamente un día de campo.

No hay comentarios: